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Benedict Anderson Comunidades imaginadas

Publié le 10/05/2012

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Anderson Benedict, Comunidades imaginadas. Reflexiones sobre el origen y la difusión del nacionalismo, Mexico, FCE, 1993


 

Benedict Anderson considera que las naciones y el nacionalismo son antes de todo productos de la modernidad, respondiendo a fines económicos y políticos. Eso se contradice con la teoría, por ejemplo, de un pensador dicho “primordialita”, Smith, que considera por su parte que el nacionalismo y las naciones siempre existieron.

 

En su libro Comunidades Imaginadas. Reflexiones sobre el origen y la difusión del nacionalismo, Anderson reflexiona sobre el concepto de nación y postula que la nación es una construcción social y imaginada, es, “una comunidad política imaginada como inherentemente limitada y soberana.” Es imaginada porque la mayora parte de los ciudadanos, si probablemente nunca se conocerán, tienen sin embargo en su mente esta imagen de la comunión de su pueblo, y estarían listos a morir para defenderla, como eso se puede notar en contexto de guerra. 

« Las naciones modernas, según el autor, se creyeron precisamente con la decadencia de las lenguas únicas, - como el latín que producía una dinámica de acceso privilegiado a los que sabían leer y escribir esa lengua-, así que con el nacimiento de la imprenta.

Este proceso histórico fue clave para entender la formación de las naciones modernas. Así, los imprimadores empezaron a imprimir sus libros en varias lenguas, para que sea accesible a todos los lectores.

La transformación del libro en producto de consumo se transmutó como una revolución, llevada por el nacimiento del capitalismo.

Según Anderson, el nacionalismo se volvió posible con la difusión de la imprenta y después del capitalismo, tomando en cuenta también la democratización del alfabetismo, que permitió a cada uno poder leer ideas del mundo entero, de su propio lugar, y crear una nueva relación al poder y al tiempo.

Asociado a la reforma protestante, el capitalismo llevó a la decadencia del latín, lo que privilegió el desarrollo de varias lenguas, y puso fin al privilegio de los que sabían leer el latín. Ahora, todos los alfabetos pueden estar conectados con el mundo por la lectura.

Así, las comunidades imaginadas fueron primero naturalizadas por códigos lingüísticos unificados. Luego, en el capitulo X, Anderson demuestra cómo, aunque pueda parecer contradictorio, las tres instituciones del poder colonial que son el censo, el mapa y el museo, fueron al origen del imaginario de la nación.

Así, el censo se volvió un elemento fundamental de la nación, herramienta para medir la población de una nación, instrumento de inclusión y exclusión, según que hagamos parte o no del censo como miembro de la nación.

El mapa fue al origen de una nueva manera de concebir y aprehender el espacio, espacio que es un rasgo fundamental de la nación, definida en parte por su territorio.

Por fin, el museo, cuidando y exponiendo a los edificios y cosas del pasado, ayudó a forjar esta imagen de un pasado común, y a valorizar esta idea de una nación fuerte y eternal, con un pasado inmemorial haciendo su fuerza y su apogeo. La nación, nacida del nacionalismo, esta “conversión del azar en destino” se piensa como una continuación histórica.

Se volvió un sentimiento universal, compartido, un auge planetario.. »

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