LA CORRALA
Publié le 16/09/2014
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LA CORRALA
Era la Corrala un mundo en pequerm, agitado y febril, que bullia coma una gusanera. Alli se trabajaba, se holgaba, se bebia, se ayunaba, se moria de hambre ; alli se construian muebles, se falsificaban antigiiedadcs, se zurcian bordados antiguos, se fabricaban bufnielos, se componian porcelanas rotas, se concertaban robas, se prostituian mujeres.
Era la Corrala un microcosrno ; se decia que, puestos en bilera los vecinos, Ilegarian desde el arroyo de Embajadores a la plaza del Progreso ; alli habia hombres que lo eran todo, y no eran nada : medio sabios, media herreros, medio carpinteros, medio albaftiles, medio comerciantes, medio ladrones.
Era, en general, toda la gente que alli habitaba gente descen-trada, que vivia en el continuo aplatanamiento producido por la eterna e irremediable miseria ; tnuchos cambiaban de oficio coma un reptil de piel otros no lo tenian ; algunos peones de carpintero, de albafiil, a consecuencia de su falta de iniciativa, de comprensiôn y de hahilidad, no podian pasar de peones. Habla también gitanos, esquiladores de raillas y de perros, y no faltaban cargadores, barberos ambulantes y saltimbanquis. Casi todos chias, si se terciaba, robaban lo que podian ; todos representaban el mismo aspecto de miseria y de consuncién. Todos sentian una rabia constante, que se manifestaba en imprecaciones furiosas y en blasfemias.
« De cuando en cuando, coma un suave rayo de sol en la umbria, pcnetraba en el alma de aquellos ho1nbres entontecidos y bestiales, de aquellas mujercs agriadas por la vida âspera y sin consuelo ni ilusiôn, un sentimiento rom. »
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