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la violence, la politique

Publié le 13/04/2016

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La violencia es un tema recurrente en la filosofia política.  En esta ponencia pretendemos recuperar la forma que ha adquirido la violencia en dos filósofos de la política y en un filósofo de la historia:  Hobbes,  Rousseau y Benjamin.  Si para Hobbes la violencia era la consecuencia del estado de naturaleza en la que sólo prevalecía la fuerza del más fuerte,  para Rousseau,  en cambio,  la violencia era el resultado de la degeneración de la civilización.  Para hacerle frente a esa situación,  ambos proponían con diversos argumentos,  diferentes conceptos y finalidades-  la creación de un poder superior e indiscutible(el Leviatún en Hobbes;  la volonté générale en Rousseau).  Así en el basamento de la conceptualización del Estado moderno encontramos la violencia como una realidad que se tenía que extirpar,  pero que por diversos caminos el prapio Estado terminó por monopolizar y maximizar.  Si el Estado neutraliza cierto tipo de violencia,  al mismo tipo justifica y monopoliza otra violencia.  La relevancia de las críticas de Benjamin en destacar las aportaciones consisten contradicciones de un"derecho que no encuentra ningún problema en usar medios violentos para obtener fines justos y que justifica la violencia como medio"legítimo"  para liberar a los hombres.  Este derrotero conceptual llevará a plantear la raíz genealógica y paradójica de un Estado violento que condena la violencia el cual aun pervive contradicciones de los Estados en contemporaneos. La violencia es, sin duda,  un fenómeno de compleja dimensión y múltiples implicaciones.  Una de estas dimensiones es posible determinarla a partir de la forma en que se le concibe en su relación con la política y el poder político.  En esta ponencia inquiriré sobre esta relación compleja y múltiple que se establece al nivel conceptual entre violencia y política.  Para ello,  como sugiere el título,  primero exploraré las relaciones conceptuales que existen entre dos filósofos de la política:  Hobbes y Rousseau;  después,  apoyándome en un filósofo de la historia,  W.  Benjamin,  tratare de extraer algunas consecuencias críticas de una política que transforma la violencia en poder legítimo y coercitivo del Estado y termina por ocultar la raíz genealógica violenta del poder politico.  No está de más indicar que la relación entre violencia y polílica no es un mero tema de compresión o depuración teórica;  ni mucho menos que acudir a Hobbes y a Rousseau para repensar su relación,  sea un ejercicio de simple recuperación conceptual en el ámbito de la historia de las ideas políticas.  En muchos sentidos,  los Estado contemporáneos legiliman sus decisiones coercitivas en presupuestos que enraízan en concepciones políticas que es posible rastrear en esos dos filósofos de la política Se puede afirmar que Hobbes es de los contados pensadores de la política que han concebido un conjunto de nociones y argumentos consistentes y metódicos de la relación entre violencia y política.  No se trata sólo de la consabida tesis de que el poder institucionalizado es el adecuado medio para neutralizar la violencia,  sino que la violencia y sus efectos inestabilizadores en la seguridad de las personas terminan por ser poderosos argumentos que posibilitan la cohesión social al interior de los Estados.  Es decir,  la violencia,  contra lo que se pudiera pensar,  es la idea que acaba por legitimar la institución de un soberano irresistible.   La tesis que quiero exponer subraya que la violencia no sólo es un fenómeno social disolvente,  sino que es el presupuesto ideológico de la institucionalización del Estado.  Que esto es así lo podemos inferir del hecho de que el propio Hobbes declara que la idea del estado de naturaleza es ma especie de hipátesis conceplual; es decir,  es un dispositivo teórico elaborado por el pensamiento para lograr ciertos fines.  Por supuesto que no se debe leer en aquella,  una hipótesis de tipo cientifica sino,  a la manera de Foucaull[2009,  coLLlo un dispusilivo disciplinanle.  Sobre este presupueslo el estado de naturaleza como dispositivo, Hobbes describe una acuarela terrible y siniestra de guerra de todos contra todos : "En esta guerra de todos contra todos,  se da una consecuencia:  que nada puede ser injusto.  Las nociones de derecho e ilegalidad,  justicia e injusticia están fuera de lugar.  Donde no hay poder común,  la ley no existe;  donde no hay ley,  no hay justicia.  En la guerra,  la fuerza y el fraude son las dos virtudes cardinales L...JEs natural también que en dicha condición no existan propiedad ni dominio,  ni distinción entre tuyo y mío;  sólo pertenece a cada uno lo que pueda tomar,  y sólo en tanto que puede conservarlo.  Todo ello puede afirmarse de esa miserable condición en que el hombre se encuentra por obra de la simple naturaleza,  si bien tiene una cierta posibilidad de superar ese estado,  en parte por sus pasiones,  en parte por su razón." Pero la violencia en Hobbes no sole tiene la funcion de justificar la creacion del Estado. Ciertamente habrá que tener en cuenta la propia situación social y política por la que atravesaba Inglaterra en el siglo XVII y recordar lo que el propio Hobbes señala en el Behemoth[1992];  es decir,  frente a la guerra intestina que no sólo amenazaba la estabilidad de Inglaterra sino su propia supervivencia,  se hacía necesario un poder superior y fuerte que restableciera el orden.  Empero,  bien vistas las cosas,  el concepto de violencia hobbesiano tiene múltiples funciones y resulta una especie de trabazón conceptual.  Ya el planteamiento del objetivo del Leviatán en las primeras páginas muestra una violencia sobre el hombre y de la que scrá dificil deshacerse.  En efecto,  los hombres se convierten en la matcria de la que consta el"hombre artificial".  Una materia maleable,  transformable,  adaptable y utilizable.  Es,  como bien lo ejemplifica la lámina que acompaña las portadas de las primeras ediciones,  un hombre artificial compuesto de miles a quizás millones de pequeños hombre.  Bajo esa lógica,  poco importa el hombre singular y concreto sus dolores,  sensaciones y preocupaciones,  pues todos son sacrificables a la gran maquinaria del dios mortal. Lo que interesa es mantener la cohesión y la"perpetuidad"  del dios mortal.  Justamente por ser mortal,  el Estado debe consumir en su propia existencia a los cientos de hombres,  también mortales,  pero prescindibles.  Como si fuera una gran hoguera,  el Estado va consumiendo uno a uno sin miscricordia.  Y como el gran monstruo Polifemo,  también se siente insatisfecho y es consciente de su condición finita.  Esta es la gran paradoja a la que no pueden escapar lodos los medios artificiales,  incluidos el Estado.  Son creaciones humanas y como tales están expuestas a su finitud.  cPero qué pasa con el Estado?  Pucs que pretende negar su condición mortal y a cambio de su propia mortalidad,  entrega a la muerte a sus súbditos.  Son,  para decirlo descarnadamente,  vivos 1925. moribundos;  al momento de nacer,  cada hombre ya tiene su lugar en la hoguera y será sacrificado el dios mortal Y sin embargo la posibilidad de la muerte del súbdito,  es al mismo tiempo el propio límite del Estado.  Hobbes era perfectamente consciente de este limite.  Si la vida podía ser sacrificada al Estado,  la misma vida era el límile al pacto social.  Todo podía ser sujeto a la negociación del pacto social;  todo excepto la vida misma.  Nadie,  nos dice Hobbes puede ser obligado a entregar vida voluntariamente a la muerte Pocas cosas resultan tan nocivas para el Estado como el hecho de que sus propios súbditos decidan entregarse a la muerte,  pues en la medida en que son su materia,  es el propio Leviatán quien decide cómo y cuándo deben morir.  Ciertamente la función limite que desempeña la vida queda relegada frente al dispositivo del estado de naturaleza que da pie para la legitimidad del pacto y posteriormente para la creación de soberano.  Sin embargo,  aun en este supuesto,  el límite de la vida sigue subsistiendo,  pues no se puede pactar que un subdito entregue su vida voluntariamente. El despliega de los argumentos con los cuales Hobbes justifica la creacion del Estado terminan por hacer que parezca una entidad antológicamente necesaria y políticamente imprescindible.  No es sólo que su legitimidad se funde en un pacto,  sino que termina por ser una especie de necesidad ontológica en la vida de los hombres.  Existe tanta miseria,  guerra,  ineslabilidad,  dolor y muerte,  que los hombres concluyen por darse cuenta que no pueden continuar en esa situación,  y entonces pactan entre ellos la entrega de sus voluntades a un tercero. A partir de ese momento,  sus propiedades y libertades quedan subordinadas al dios mortal.  Pero la violencia no es desterrada ni desaparece sino que se transforma en una violencia cierta,  estable,  clara y procedimental.  Me explico:  si la violencia en el estado de naturaleza era caótica,  múltiple e inestable,  pues todos los hombres la podían ejercer al mismo tiempo y por diversos motivos;  ahora,  con la creación del soberano,  la violencia tiene sus procedimientos,  cuenta con cierto orden y motivos más o menos estandarizados. La inseguridad y el temor a la muerte ya no dependen de los igu...

« en la matcria de la que consta el"hombre artificial".

Una materia maleable, transformable, adaptable y utilizable.

Es, como bien lo ejemplifica la lámina que acompaña las portadas de las primeras ediciones, un hombre artificial compuesto de miles a quizás millones de pequeños hombre.

Bajo esa lógica, poco importa el hombre singular y concreto sus dolores, sensaciones y preocupaciones, pues todos son sacrificables a la gran maquinaria del dios mortal. Lo que interesa es mantener la cohesión y la"perpetuidad" del dios mortal.

Justamente por ser mortal, el Estado debe consumir en su propia existencia a los cientos de hombres, también mortales, pero prescindibles.

Como si fuera una gran hoguera, el Estado va consumiendo uno a uno sin miscricordia.

Y como el gran monstruo Polifemo, también se siente insatisfecho y es consciente de su condición finita.

Esta es la gran paradoja a la que no pueden escapar lodos los medios artificiales, incluidos el Estado.

Son creaciones humanas y como tales están expuestas a su finitud.

cPero qué pasa con el Estado? Pucs que pretende negar su condición mortal y a cambio de su propia mortalidad, entrega a la muerte a sus súbditos.

Son, para decirlo descarnadamente, vivos 1925. moribundos; al momento de nacer, cada hombre ya tiene su lugar en la hoguera y será sacrificado el dios mortal Y sin embargo la posibilidad de la muerte del súbdito, es al mismo tiempo el propio límite del Estado.

Hobbes era perfectamente consciente de este limite.

Si la vida podía ser sacrificada al Estado, la misma vida era el límile al pacto social.

Todo podía ser sujeto a la negociación del pacto social; todo excepto la vida misma.

Nadie, nos dice Hobbes puede ser obligado a entregar vida voluntariamente a la muerte Pocas cosas resultan tan nocivas para el Estado como el hecho de que sus propios súbditos decidan entregarse a la muerte, pues en la medida en que son su materia, es el propio Leviatán quien decide cómo y cuándo deben morir.

Ciertamente la función limite que desempeña la vida queda relegada frente al dispositivo del estado de naturaleza que da pie para la legitimidad del pacto y posteriormente para la creación de soberano.

Sin embargo, aun en este supuesto, el límite de la vida sigue subsistiendo, pues no se puede pactar que un subdito entregue su vida voluntariamente. El despliega de los argumentos con los cuales Hobbes justifica la creacion del Estado terminan por hacer que parezca una entidad antológicamente necesaria y políticamente imprescindible.

No es sólo que su legitimidad se funde en un pacto, sino que termina por ser una especie de necesidad ontológica en la vida de los hombres.

Existe tanta miseria, guerra, ineslabilidad, dolor y muerte, que los hombres concluyen por darse cuenta que no pueden continuar en esa situación, y entonces pactan entre ellos la entrega de sus voluntades a un tercero.

A partir de ese momento, sus propiedades y libertades quedan subordinadas al dios mortal.

Pero la violencia no es desterrada ni desaparece sino que se transforma en una violencia cierta, estable, clara y procedimental.

Me explico: si la violencia en el estado de naturaleza era caótica, múltiple e inestable, pues todos los hombres la podían ejercer al mismo tiempo y por diversos motivos; ahora, con la creación del soberano, la violencia tiene sus procedimientos, cuenta con cierto orden y motivos más o menos estandarizados. La inseguridad y el temor a la muerte ya no dependen de los iguales sino del irresistible soberano.

Se pasa de la violencia de los muchos a la violencia de uno.

Y este uno-por concentrar en sí toda la fuerza de los miles o millones de hombres a los que representa maximiza la violencia que detenta.

Por ello, puede ser una violencia cruel y espectacular, cruel como en las formas que han ensayado los verdugos y tiranos a lo largo de la historia(empalamiento, ahorcamiento desgarramiento desmembramiento electrificación, etc.); espectacular como en todas las variedades en que se ha implementado para exponer públicamente el cuerpo martirizado en la plaza pública o en las cámaras de inyección letal en algunos Estados contemporáneos.

Que esta forma de dar muerte se pueda transformar en expresiones más benevolentes de asesinar al criminal (como la previa sedación para evitar lo más posible el dolor, no hace sino subrayar el espectáculo de un temible soberano que. »

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